Prácticas
particulares de esta devoción*
Prácticas exteriores:
“No se deben dejar por
negligencia ni desprecio en cuanto lo permiten el estado y condición de cada
uno”
·
Consagrarse totalmente a Jesucristo, en un día
importante, por manos de María, de quien te haces esclavo.
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Renovar en cada aniversario la consagración
observando las mismas prácticas
·
Ofrecer anualmente, en la misma fecha, algún
obsequio a la Santísima Virgen, como signo de dependencia y disponibilidad a su
servicio (puede consistir en una mortificación, limosna, peregrinación o
plegaria). Aunque no sea mucho, presentarlo con humildad y agradecido corazón.
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Profesar singular devoción al gran misterio de
la Encarnación del Verbo (25 de Marzo).
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Llevar las cadenillas de hierro (no es esencial ,
puede suprimirse)
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Renovar todos los meses y aún todos los días la
entrega: ¡Soy todo tuyo y cuanto tengo tuyo es, oh mi amable Jesús, por María,
tu madre Santísima!
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Recitación diaria (no hay pecado si se la omite)
de la Coronilla de la Santísima Virgen
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Recitación frecuente del Magnificat (“no dejes de recitarlo, sobre todo a manera
de acción de gracias después de la comunión”)
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Recitar con gran devoción el Avemaría (rezarlo
bien, “es decir, con atención, devoción y
modestia”) y el Santo Rosario, si tienen tiempo, los quince misterios,
todos los días “A la hora de la muerte
bendecirán el día y la hora en que aceptaron mi consejo”
·
Menospreciar el mundo: “Los fieles servidores de María deben poner gran empeño en menospreciar,
aborrecer y huir de la corrupción del mundo y servirse de las prácticas de
menosprecio de lo mundano que hemos indicado en la primera parte –del
“Tratado de la verdadera devoción a María”-.”
Prácticas interiores:
“[…] he aquí algunas prácticas interiores que tienen gran eficacia santificadora para aquellos a quienes el Espíritu Santo llama a una elevada santidad.
Obrar por María o conforme a su espíritu
Hay que realizar las propias acciones por María, es decir, es
preciso obedecer en todo a impulso del espíritu de María, que es el espíritu de
Dios. […] Para dejarte conducir por el espíritu de María, es preciso que:
1° Antes de obrar, por ejemplo, antes de orar, celebrar la
Santa Misa o participar de ella, comulgar, etc., renuncies a tu propio
espíritu, tus propias luces, querer y obrar […]
2° Te entregues al espíritu de María para ser movilizado y
conducido por él de la manera que Ella quiera […].Tienes que perderte y
abandonarte a Ella, como una piedra que se arroja al mar: lo cual se hace
sencillamente y en un momento, con una simple mirada del espíritu, un ligero
movimiento de la voluntad o con estas pocas palabras, diciendo, por ejemplo:
¡Renuncio a mí mismo y me consagro a ti, querida Madre Mía![...]
3° Durante la acción y después de ella, renueves de tiempo en
tiempo, el mismo acto de ofrecimiento y unión. Y cuanto más lo repitas, más
pronto te santificarás y llegarás a la unión con Jesucristo […]
Obrar con María o imitando a María
Hay que realizar las propias acciones con María, es decir,
mirar a María como el modelo acabado de toda virtud y perfección […]. Es, pues,
necesario que en cada acción mires cómo lo hizo o haría la Santísima Virgen, si
estuviera en tu lugar.
Para esto debes examinar y meditar las grandes virtudes que
Ella practicó durante toda su vida, y particularmente:
1° Su fe viva, por la cual creyó sin vacilar la palabra del
ángel y siguió creyendo fiel y constantemente hasta el pie de la cruz en el
Calvario.
2° Su humildad profunda, que la llevó siempre a ocultarse,
callarse, someterse en todo y colocarse en el último lugar.
3° Su pureza totalmente divina, que no ha tenido ni tendrá
jamás igual sobre la tierra.
Obrar en María o en íntima unión con Ella
Hay que realizar las propias acciones en María. Para
comprenderlo bien es preciso recordar que la Santísima Virgen es el verdadero
paraíso terrestre del nuevo Adán […] Tienes que irte acostumbrando a recogerte
dentro de ti para formar una imagen espiritual de María.
María será el santuario donde encuentres a Dios por la
oración, sin temor a que te rechacen; será la torre de David que te defenderá
de tus enemigos; la lámpara encendida que iluminará tu espíritu y te inflamará
en amor de Dios; la recámara sagrada donde Dios se te revele; María será tu
único todo ante Dios. Si oras, será en María, si recibes la sagrada eucaristía,
la pondrás en María para que se complazca en ella. Hagas lo que hagas será
siempre en María, llegándote así a libertarte del egoísmo.
Después de haber obtenido, mediante la fidelidad, la gracia
de entrar en este nuevo paraíso, es necesario permanecer en el hermoso interior
de María con alegría, descansar allí en paz, apoyarse en él confiadamente,
ocultarse allí con seguridad y perderse en él sin reserva a fin de que :
-te alimentes con la leche de la gracia y misericordia
maternal de María
-te liberes de toda turbación, temor y escrúpulo
-te pongas a salvo de todos tus enemigos: demonio, mundo y
pecado
-te formes en Jesucristo y Jesucristo sea formado en ti
Obrar para María o al servicio de María
Hay que hacerlo todo para María. Estando totalmente
consagrado a su servicio, es justo que lo realices todo para María. No que la
tomes por el fin último de tus servicios, que es Jesucristo, sino como fin
próximo, ambiente misterioso y camino fácil para llegar a Él.
Conviene que no te quedes ocioso, sino que actúes como el
buen siervo y esclavo. Es decir que apoyado en su protección realices grandes
empresas por esta augusta Soberana. Renunciarás a los fines que te inspira el
egoísmo y repetirás con frecuencia desde el fondo de tu corazón: “Por ti amada
Reina mía, voy acá o allá, hago esto o aquello, sufro esta pena o aquella
injuria”. En concreto debes:
-Defender sus privilegios cuando se los disputan
-Defender su gloria cuando se la ataca
-Atraer, a ser posible, a todo el mundo a su servicio y a
esta verdadera y sólida devoción.
-Hablar y levantar el grito contra quienes abusan de su
devoción
-Y no esperar en recompensa sino el honor de pertenecer a tan
noble Princesa y la dicha de vivir unido por medio de Ella a Jesús, con lazo
indisoluble en el tiempo de la eternidad.
¡Gloria a Jesús en María! ¡Gloria a María en Jesús! ¡Gloria al solo Dios!
*Tomado de los libros: “Tratado de la verdadera devoción a María” y “El secreto de María” de San Luis María Grignon de Montfort.